Nuevamente en un ambiente democrático electoral en Panamá, una mujer es candidata a la Presidencia de la República. Una mujer de carácter y palabras firmes ante las situaciones del pueblo. Una historia política que viene escribiéndose hace más de dos décadas, un currículo institucional casi impecable; casi, porque en política es difícil andar caminos polvorientos sin tropezar y caer algunas veces, pero en política –como en tantas cosas de la vida– hay que aprender con cada paso dado y tras cualquier caída volver a levantarse.
Entre los argumentos de su discurso está el ser parte de una generación que ha vivido intensas luchas, retos y conquistas; una generación en la que se confió y en la cual se depositaron ilusiones, pero no ilusiones huecas sino esa fértil ilusión que se abona con recursos y se orienta con ejemplos concretos de acción. Balbina Herrera es hija de las oportunidades.
El poder de la comunicación juega un papel relevante en los procesos electorales y es indudable que –en la comunicación– la palabra tiene el poder –la demagogia es ponzoña–. En una inteligente y sutil combinación de sentimiento, fuerza y razón; estamos ante una panameña cuyas palabras –a partir de hoy– serán mucho más significativas e influyentes para toda la población –repleta de analistas, fiscales y críticos severos–.
Esta mujer se ha convertido en la insignia, en el eje central de una campaña política que pretende hacer algo que nuestra democracia aún no ha vivido: la sucesión gubernamental en manos de un mismo colectivo político –el más grande del país–. Ella es la figura que ha de unificar mucho más que las aspiraciones de sus copartidarios; es quien representa a la clase popular que lucha y busca nuevos espacios para mejorar su condición social, entonces es la encargada de unir un pueblo más allá de un ideario político y demostrar con el ejemplo que los panameños somos gente buena que progresa.
Todavía estamos lejos de protagonizar un proceso electoral en el que el debate entre los candidatos destaque más por la propuesta y el compromiso de servicio intelectual en pro del desarrollo nacional que por factores sentimentales, intrigantes, histriónicos y hasta malcriados; pero creo que empezamos a tomar el camino correcto, una nueva cultura política no se improvisa, no es resultado de la suerte ni de la herencia genética sino que se construye día por día con los hechos de la clase política y la mayoría ciudadana.
Balbina Herrera, hoy se ha declarado abierta a las críticas y dispuesta a consultar; hoy, porque para mañana es tarde, me dirijo a usted para pedirle que incluya en su campaña, en su discurso, en su plan de gobierno y –logrado el objetivo– en su gestión presidencial el aspecto cultural. La cultura es el testimonio de toda actividad humana; es un término sumamente amplio que abarca lo que somos como individuos y como nación, la cultura define nuestra identidad. Panamá es un pequeño territorio, objeto de influencias que con el paso del tiempo ha cedido parte de su esencia para servir a intereses muchas veces mezquinos. Nuestra cultura se ha convertido en un collage barato de modelos importados y escasa productividad. Comprométase con la propuesta de ofrecernos a todos los panameños no una “Patria Nueva”, sino una mejor sociedad. Aquella patria de mártires y artistas, de obreros y deportistas, de ancianos serenos e infantes inquietos.
Redefina la cultura política y registre entre sus aportes a la tierra que le ha visto vivir, soñar y conquistar ideales el inicio de una auténtica política cultural.
Fernando López Peralta
-Escritor y Promotor Cultural-
No hay comentarios:
Publicar un comentario